lunes, 29 de diciembre de 2008

(1) Oscuridad, solo oscuridad

Abrí los ojos. Oscuridad, solo oscuridad. Cerré los ojos de nuevo con la esperanza de que todo fuese una pesadilla, solo una pesadilla. Los abrí de nuevo y... solo oscuridad.
Tantée con la mano en la oscuridad de mi cama, acaricié cada arruga de mi sabana buscando a mi mujer. No encontré nada, ni nadie. Mi mujer no estaba. Entorné los ojos, tratando de atisbar algo en la más absoluta de las oscuridades y... nada.
Poco a poco mis ojos empezaron a percibir los contornos de los objetos de la habitación. El asiento abatible, la mesa de estudio, el interruptor de la luz, la bombillas roja y verde de "ocupado" y libre de la habitación (yo era el ocupante, claro), para el servicio de limpieza.
No estaba seguro, pero algo no andaba bién. Oscuridad... y silencio, un tremendo silencio invadía todo. No oía nada... ¿¡nada!? ¿Ni siquiera mis propios movimientos sobre la cama? Ni siquiera.
Estaba aturdido. Ciego y... ¿sordo o simple y llanamente silencio? ¡Oh, la luz se hizo! Llevé los dedos índice de cada mano a mis oidos y... bingo, todavía llevaba los tapones que usaba últimamente para dormir plácidamente y sin perturbar mi sueño por sonidos ajenos a mi propia naturaleza.
La cabeza me dolía, tenía cierta sensación de vaivén, como de mareo. Todo me daba vueltas.
De pronto me dí cuenta de cierto olor a chamuscado que asomaba por mi naríz. Leve, pero... sí, era olor a chamuscado, a cables, circuitería y pintura quemados.
Tanteé todo mi cuerpo con mis manos: Piel, Cabeza, orejas, ojos, pelos,... miembros todos (sin excepción alguna), uñas,... Parecía que todo andaba en su sitio. Exhale un suspiro de alivio.
Poco a poco iba siendo más consciente de mi propio estado físico y mental. La frente la tenía sudorosa y fría. El dolor de cabeza no disminuía de forma constante, sino que se intensificaba y suavizaba de forma intermitente y progresiva, cual onda portadora con pequeños picos de intensidad más rítmicos a la par que cada latido de mi corazón.



¿Qué hora sería? Miré hacia donde suponía que estaba el reloj de mi mesita de noche y, buf, sí seguía allí, solo que parecía apagado. Le dí dos golpecitos y, oh sorpresa, el pobre reloj pareció recuperar su propia compostura, mostrando encendidas sus indicadores de encendido... para a continuacón recuperar además su dignidad mostrando en el centro de la habitación una proyección holográfica de la fecha, hora, humedad, temperatura y presión atmósférica, previsión del tiempo, estación del año, fase lunar, etc...
Año 2029. Día 2 de Enero, Miércoles. Hora 03:04 a.m. Humedad relativa 76%. Temperatura 23ºC. Presión atmosférica Normal. Estación Invierno. Previsión Día despejado. Fase Lunar Luna Nueva.
Fase lunar... Luna nueva... ¡Oscuridad! Claro. Eso explicaba la oscuridad... claro está, partiendo de la premisa de que toda luz artificial al alcance de mi vista estaba, sencillamente apagada.
Intenté incorporarme. Me sentía magullado, como si tuviese agujetas trás un esfuerzo físico poco habitual.
Pronto escuché un ruido. Provenía de... donde suponía que debía estar el cuarto de baño. No quería hablar muy alto, ni tampoco hacer demasiado ruido. Nuestro niño dormía en nuestra habitación y no quería despertarlo.
Terminé de incorporarme, bajé los pies al suelo, insertándolos antes en mis zapatillas.
Ya veía con mayor claridad. Mis ojos ya estabán acostumbrándose a la oscuridad y alcanzaban a distinguir, de forma algo difusa, los papeles y fotos que colgaban y adornaban las paredes de mi cuarto y que MA tanto detestaba. Ah. Olvidaba deciros que MA son las iniciales del nombre legal de mi mujer María Antonieta.
MA, ¿eres tú? Una debil voz respondió afirmativamente desde dentro del cuarto de baño. Me acerqué con cuidado, repitiendo mientras me acercaba las iniciales de mi mujer. La puerta estaba abierta. La habitación permanecía a oscuras. Me pareció ver un bulto en el suelo. Era mi mujer. Estaba recostada contra la pared. Una sombra de preocupación apareció en mi mente.
¿MA que te pasa, estás bien?
Ella me respondía una y otra vez, con voz entrecortada: el niño, el niño,... no está, se lo ha llevado.
Un nudo de angustia ahogó la boca de mi estómago, un escalofrío recorrió mi espalda. En ningún momento había pensado en la posibilidad de que mi... hijo... no estuviese en la habitación. Pero, en la oscuridad... No pensé...
...

Desperté con un sobresalto. Mi frente y mis manos sudaban. Había una ténue luz. Miré a mi lado y mi mujer no estaba. Miré hacía la cuna del niño. No distiguía si estaba o no. La puerta del cuarto de baño estaba cerrada, pero se veía luz por debajo de la puerta.
¿MA?, llamé a mi mujer. Una suave y tranquilizadora voz me respondío afirmativamente desde el otro lado. ¿Estás bien?, pregunté. ¿Porqué no iba a estarlo, Carlos?, respondió ella. Todavía con cierta inquietud, me acerqué rápida pero sigilosamente a la cuna del niño y... el corazón me palpitaba, un escalofrío quería nacer a la vida en mi espalda... y,... respiré hondo, asomé la cabeza y, gracias a Dios, el niño seguía ahí, durmiendo placidamente, respirando tranquila y pausadamente. Mis ojos se enrojecieron, tornandose lacrimosos. El miedo parecía desvanecerse dejándo paso a la emoción de profundo alivio. Mi cuerpo se derrumbó, fisiológicamente, trás la tensión, la ansiedad y la angustia provocadas por la oscura visión mostrada por morfeo, se vino a abajo. Mi espíritu se tranquilizó. Mi mente se relajó... Y yo descansé. 
Descansé, aunque no sin cierta inquietud. Ese sueño. Un sueño inquietante. Y esa imagen holográfica... no se correspondía con la que debía dar actualmente mi reloj. Por si las moscas, casi rozando la superstición, quise comprobar que datos arrojaba la imagen holográfica proyectada por mi reloj. El resultado era tranquilizador. Estaba en el año 2029, en invierno, pero el 2 de enero ya había pasado, y sin contratiempos.
Aún así, una sombra de duda rondaba mi cabeza.

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